Hoy en día, sabemos que pasar por un trasplante renal suele tener como consecuencia una capacidad aeróbica menor y un estilo de vida sedentario, pero no es una consecuencia inherente al caso del trasplante renal. Se ha demostrado que las personas que practican actividad física de forma regular en el tiempo, tras pasar por un trasplante, alcanzan una capacidad aeróbica y masa muscular superior en comparación con aquellos pacientes que no practican ejercicio.
Como es lógico pensar, esto se traduce en una menor morbilidad y mortalidad, así como una mejora en la calidad de vida de los trasplantados y trasplantadas renales. En contraposición, la inactividad física se asocia a una peor función renal y por lo tanto mayor riesgo de muerte.
El ejercicio físico es un factor protector.
Desde hace bastante, entre los profesionales de la salud existe el consenso de que el ejercicio es un factor protector y que ayuda a minimizar la aparición de enfermedades cardiovasculares y metabólicas como la osteoporosis o la sarcopenia (pérdida de masa de músculo esquelético durante el envejecimiento). Además, mejora la función del músculo esquelético y sistema cardiovascular.
Por otro lado, el uso de medicación inmunosupresora y la función renal reducida del injerto afectan negativamente a la masa, estructura y metabolismo muscular. También provoca un dismetabolismo lo que favorece la aparición temprana de la sarcopenia.
A todo lo anterior debemos sumar los largos periodos en cama que deben realizar los pacientes renales pre y post trasplante sumado al resto de medicaciones, desencadena una triada fatal para la calidad de vida: aumento de peso, pérdida de masa muscular y baja tolerancia al ejercicio físico.
En definitiva, se puede y se debe entrenar tras pasar por un trasplante renal.
Hoy en día existen evidencias de sobra sobre el impacto de los programas de rehabilitación física y entrenamiento deportivo en pacientes con trasplante renal. Es más, la mayoría de las guías de práctica clínica recomiendan la práctica de ejercicio como la atención estándar para los receptores de trasplante de órganos sólidos.
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