Uno de los grandes temas que más se ha tratado durante esta pandemia, laboralmente hablado, ha sido el teletrabajo. En el mundo IT era más habitual ver teletrabajo en las ofertas de trabajo, pero en el resto de sectores el teletrabajo se antojaba algo lejano. Debido a la situación global que ha sufrido el mundo en relación al Coronavirus y a la necesidad de seguir trabajando, el trabajo a distancia ha sufrido un aumento sin precedentes.
Una forma flexible de trabajar que, ahora, muchas más empresas están teniendo en cuenta y sobre la que muchos expertos y consultores aseguran que ha venido para quedarse. Pero el trabajo a distancia también ha puesto de manifiesto determinadas carencias en la organización de las empresas, que en muchos casos no estaban preparadas para el trabajo a distancia, a pesar de que era posible en su sector. Tampoco estaban preparados en áreas o campos concretos en los que no se había abordado el teletrabajo o bien no estaban correctamente enfocados con respecto a sus empleados, hay que en muchas ocasiones ha faltado la confianza en los empleados, la colaboración y la transparencia, lo que supone un problema importante.
Antes del teletrabajo teníamos un lenguaje común con nuestros compañeros y jefes. Eran acuerdos que se han asentado poco a poco y a lo largo de los años y por eso no nos hemos dado cuenta. Ahora, han dejado de existir. Ha cambiado el idioma y hay que ponerse de acuerdo, volviendo a hacer esos pactos sobre cómo organizarnos de una manera online.
La regulación del teletrabajo en España es ahora un tema por tratar. Tanto el Gobierno como los distintos actores sociales han pactado realizar una legislación entorno al teletrabajo para asegurar los derechos tanto de las empresas como de los trabajadores.
El Gobierno tiene prisa por instaurar una ley que regule y desarrolle el teletrabajo ante los nuevos rebrotes que puedan salir de esta pandemia; pero tan trascendental como que exista una regla es que ésta sea útil, esté consensuada en el marco del diálogo social con empresarios y agrupaciones y se desarrolle en la negociación colectiva de las empresas para regularla al detalle en función de cada realidad.
En ningún caso el teletrabajo puede suponer una pérdida de protección en materia de seguridad y salud laboral. Tampoco puede suponer una nueva forma de precariedad laboral; y bajo ningún concepto debe entenderse como un instrumento para la conciliación laboral y familiar que a la postre se convierta en una trampa mortal para las mujeres que perpetúe el rol de cuidadoras. Por eso el teletrabajo tiene que estar dentro de los planes de igualdad de las empresas garantizando que no va a suponer un retroceso en el ámbito laboral para las mujeres.
El teletrabajo puede ser un proceso que inserte cierta tensión y miedo en trabajadores y empresas. Surgen muchas preguntas entorno a esta nueva forma de trabajar pero su instauración, esta vez por necesidad, es inevitable. En algunos países de nuestro entorno, la adaptación del trabajo a distancia estaba siendo ya una realidad palpable. El ejemplo de estos países y el progreso de las tecnologías, deberían dar una confianza extra tanto a trabajadores como a empresarios.